viernes, 15 de junio de 2012

Por qué hay tantos ladrones

Del cómo la avaricia irracional de unos pocos que ostentan el poder, es suficiente para dar al traste con el orden social y convertir lo que debería ser felicidad en el infierno de muchos.

Desde 1516, Thomas More lo dejó bien comprendido en su escrito “La mejor república y la isla de Utopía[1]. De entre las causas con las que explica para su época ¿por qué hay tantos ladrones?, More considera: las ovejas. Es interesante conocer su argumento: una cadena de eventos que inicia con el acaparamiento de un recurso, la tierra, y notar que aplica a nuestro presente.

Ninguna situación aquí marcada es una sorpresa, pero resalta el cinismo de que aún sigan sucediendo:

-Pero todo esto no es únicamente el motivo por el cual existen tantos ladrones. Hay también otro, y más importante, según creo, particularmente en vuestro país.

-¿Cuál es? -quiso saber el cardenal.

-Las ovejas -le conteste-. Vuestras ovejas, que tan dulces suelen ser y que tan poco exigen para su alimentación, ahora, según oí decir, se muestran tan feroces y tragonas que hasta engullen a los hombres, y destruyen, despueblan y devoran campos, casas y ciudades. Verdaderamente, en todos los lugares del país donde se obtiene la mejor calidad de lana, los señores, los caballeros y hasta los santos varones de los abades no se conforman con las rentas y beneficios que sus antepasados solían obtener de sus posesiones, y no estando satisfechos de poder vivir ociosamente, sin ser de ningún modo útiles a la sociedad, antes bien perjudiciales, no dejan ninguna parcela dedicada al cultivo, sino que por el contrario se reserva toda para los pastos, destruyendo casas y pueblos, y si las iglesias son respetadas, seguramente es porque les valen para los establos. Y como si no se perdiese bastante tierra en dehesas y cotos, esos dignos varones convierten aquellas anteriormente fértiles tierras en desiertos. De modo que, para un devorador insaciable, desgracia y ruina de su patria, pueda poseer gran abundancia de pastos, muchos labriegos se ven desposeídos de sus bienes, los unos estafados, otros expulsados violentamente, o bien, colmada ya su paciencia después de sufrir tantas humillaciones, se han visto obligados a vender lo que tenían. De todas formas, esos desventurados hombres y mujeres, maridos y esposas, huérfanos y viudas, emigran llevando los padres a sus pequeños, y estas familias son más numerosas que ricas, ya que la tierra necesita muchos brazos, y se ven todos obligados a marchar. Dejan sus casas y sus amigos y no saben donde refugiarse. Sus ajuares, por los que no podrían obtener mucho, suponiendo que encuentren quien se los compre, se ven obligados a venderlos por un precio vil que no les vale para sostenerse mucho tiempo. Entonces no les queda otro recurso que hurtar [que en ciertos casos tiene pena de muerte], por donde llegarán a la cárcel, o se resignan a pedir limosnas. Pero también en este caso los detienen por mendigos que no trabajan, ya que nadie quiere sus servicios, aunque ellos se ofrezcan con la mayor voluntad, porque su oficio es trabajar la tierra, pero donde no se ha sembrado nada, tampoco hay necesidad de brazos, y un zagal y un rabadán se bastan para guardar las ovejas en una tierra que reclamaba muchos brazos cuando se cultivaba. Y por este mismo motivo la comida es muy cara en muchos sitios. Como ha subido el precio de la lana, los pequeños artesanos no pueden comprarla, viéndose obligados a dejar su oficio. Después de aquel aumento de rebaños, la glosopeda se ha cebado en las ovejas, como si Dios, ante la avaricia de los propietarios, les hubiera enviado esta plaga, aunque habría sido más justo que los hubiera castigado a ellos y no al ganado.

Aunque el número de las ovejas se incremente muchísimo, su coste no bajará, ya que la venta de las lanas, aunque no esté monopolizada, o sea en poder de uno solo, está por lo menos “oligopolizada”. Realmente, está en poder de muy pocas personas ricas, que no tienen ninguna necesidad de vender antes del momento que ellos eligen, y que naturalmente es cuando les interesa el precio. Por la misma causa todas las demás clases de ganado han subido de precio, incluso más, porque, destruidas las granjas y la agricultura, nadie se dedica ya a su cría. Y a los ricos interesan más sus ovejas que la reproducción del ganado bovino, el cual compran lejos por un precio muy elevado. Pero opino que todavía no se han sufrido los inconvenientes de este sistema. Hasta ahora, la escasez solamente se ha notado en los lugares donde re realizan las ventas. Aunque cuando hayan sacado de todas partes más ganado del que puede nacer, se llegará a una reducción en el número de animales, y el país padecerá una extremada escasez. De modo que, por la avaricia irracional de unos cuantos, lo que parecía una gran prosperidad de vuestra isla degenerará en su ruina.

El aumento del coste de la vida trae consigo el que la mayoría de los hacendados despidan a gran parte de sus servidores, y éstos, ¿qué otra solución tienen si no pedir limosna o bien robar, cosa que admiten buenamente muchos nobles? Y esa lamentable escasez y a esa necesidad, agréguense el lujo innecesario, pues los criados que sirven a los nobles, los artesanos y hasta los mismos campesinos, todas las clases sociales, tienden al despilfarro, tanto en el vestir como en el comer. Además, los bodegones, los burdeles y los innobles juegos de azar, las cartas, los dados, la pelota y los bolos ¿no vacían con gran rapidez la bolsa de sus aficionados y les impulsa al robo? [...]

Si no corregís esos daños, alabaréis inútilmente esa justicia tan experta en reprimir el robo, pues es más aparente que benéfica y justa. Permitís que se eduque tan deficientemente a los niños y que sus costumbres se corrompan desde pequeños; pero después los condenáis, al llegar a hombres, por faltas que en su niñez ya eran previsibles. ¿Qué otra cosa es esto más que hacerles ladrones y condenarlos después? (Pp. 46-50).


Torito! ¿Por qué unos pocos pueden acaparar impunemente los recursos? ¿Por qué las leyes los protegen? ¿La ley sujeta a interpretaciones tiene algo que ver?

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Del libro que actualmente leo:
[1] Moro, Tomás. 1984. Utopía. SARPE, 178 p.

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