domingo, 1 de julio de 2007

Empecé a divertirme

Historia de la Ciencia.

De cómo la presentación de los resultados del análisis del ADN mitocondrial europeo se enfrentó al conocimiento previamente establecido. La nueva evidencia no coordinaba con el estado actual del conocimiento sobre la dinámica de la invasión indoeuropea (agricultores neolíticos) y que supone sustituyera a los habitantes locales (cazadores-recolectores mesolíticos) en Europa. Palabras de Sykes (2001: 157-159):

Decidí presentar nuestro trabajo en la Segunda Euroconferencia sobre Historia de la Población, que tuvo lugar en Barcelona en noviembre de 1995. Sabía perfectamente que los principales defensores de la teoría de la “onda de avance” estarían allí, así que, por lo menos, lo que yo tenía que decir llamaría la atención. Me concedieron un espacio de 20 minutos. La sala de conferencias era muy grande: había cuatrocientos delegados y sitio para muchos más. Fui presentado por el convocante, sir Walter Bodmer, miembro de la Royal Society, colaborador durante mucho tiempo de Luca Cavalli-Sforza y coautor con él de dos importantes libros de texto sobre genética. Walter no se distingue precisamente por sus comentarios conciliadores, pero su presentación –“Y el siguiente orador es Bryan Skyes, que va a hablar sobre las mitocondrias. Yo no creo en las mitocondrias”- me pareció poco elegante. Empecé a exponer las bases de nuestra revisión de la prehistoria europea.

Walter y Luca estaban sentados juntos en primera fila, al pie del estrado. Es sorprendente lo mucho que puedes observar cuando hablas en público, aunque se trate de un público tan numeroso como aquel. Mientras yo exponía un punto tras otro, vi que Walter se iba agitando. Empezó a murmurar para sí mismo, y después en voz cada vez más alta. “Tonterías”, “absurdo”, me pareció oírle decir. Mientras las diapositivas se sucedían en mi presentación, él empezó a agitarse en su asiento, hacía ademán de levantarse y después se volvía a sentar. Cuando llegué a la última diapositiva, casi pude ver cómo le salía vapor por las orejas.

Apenas había terminado yo de hablar cuando Walter y Luca estaban ya de pie, disparándome preguntas. Conozco a Walter desde hace eones y lo he visto en acción muchas veces. Le he visto aplastar a jóvenes investigadores con sus agresivas preguntas y estaba decidido a que a mí no me ocurriera lo mismo. Con Walter sólo existe un remedio eficaz, y es replicar con argumentos. Yo ya me esperaba sus pirotecnias, y mientras aguantaba sus andanzas empecé a verlo todo como una representación teatral: como un contra interrogatorio en un tribunal de justicia o como un airado debate en la Cámara de los Comunes. Empecé a divertirme.

En cierto momento, Walter insistió en que ellos (él y Luca) nunca habían dicho que los agricultores hubieran tomado Europa, sustituyendo a los cazadores-recolectores. Yo había llevado un ejemplar del libro de texto que habían escrito entre los dos, “Genetics, Evolution and Man”, por si me decían algo semejante. Como respuesta, lo abrí por una página que ya llevaba marcada con un post-it amarillo y leí en voz alta: “Si la población de Europa está compuesta principalmente por agricultores que emigraron gradualmente de Oriente Medio, lo más probable es que los genes de los inmigrantes originales del Oriente Medio se fueran diluyendo progresivamente en los genes locales, a medida que los agricultores avanzaban hacia el oeste. Sin embargo, es probable que la densidad de los cazadores-recolectores fuera baja, y que de tanto en tanto la dilución [de los genes de Oriente Medio, se entiende] fuera relativamente poca”. Allí estaba, en letras de molde y con sus propias palabras. Aquello era sustitución a gran escala, en todo menos en el nombre. Walter resopló por última vez y se sentó: pero se había encendido la mecha de un encarnizado debate que todavía tardaría cinco años en resolverse.

En la ciencia actual, las conferencias internacionales como la de Barcelona resultan muy útiles para anunciar nuevos descubrimientos y observar la reacción inicial. Pero los trabajos presentados en una conferencia no tienen validez hasta que se publican en una revista científica. La publicación implica un minuciosos escrutinio de los datos, los métodos y las conclusiones por parte de expertos que trabajan gratuitamente y con la obligación de declarar cualquier posible conflicto de intereses. Aunque la presentación en una conferencia tiene que ser rigurosa, es durante el proceso de revisión anterior a la publicación cuando se comprueban a fondo las premisas, los resultados y las interpretaciones. Teniendo en cuenta la indignada reacción que nuestra radical revisión de la prehistoria europea había provocado en Barcelona, no nos sorprendió que cuando enviamos nuestro manuscrito al “American Journal of Human Genetics”, la principal revista internacional de la especialidad, los revisadores se mostraran más exigentes que de costumbre. Insistieron en que se añadiera un apéndice en el que se explicara una vez más el método de las redes evolutivas, que ya habíamos publicado en 1995 en un artículo intensamente matemático y bastante esotérico. Pidieron tablas adicionales, con comparaciones de poblaciones que en mi opinión estaban ya anticuadas. Pero al final lo publicaron “Paleolithic and Neolithic lineages in the European mitochondrial gene pool” (“Linajes paleolíticos y neolíticos en el fondo genético mitocondrial europeo”) apareció en el número de julio e 1996. Ya estaba impreso. Habíamos expuesto nuestra postura; ahora esperábamos la reacción.

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PD. El sistema eliminó segmentos del texto original durante la migración de Yahoo 360 a Perfiles Yahoo.

del libro que actualmente leo:
Sykes, B. 2001. Las siete hijas de Eva. Editorial Debate. 302 pp.

[entrada publicada originalmente el 01-07-2007 13:11 en Yahoo! 360]

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