Paul Colinvaux en su libro "Por qué son escasas las fieras", menciona que los naturalistas de los siglos XVIII y XIX regresaban a Europa con la fascinante y novedosa idea de que las plantas a lo largo del mundo, se organizaban en algo similar a naciones-estado. Esta nueva idea requería de ser explicada; un trozo de la historia (pp 45-47):
Mientras Darwin escribía El Origen de las Especies, un botánico francés pensaba esas cosas [¿Cómo podía haber diferentes formaciones -vegetales- mirándose a la cara a través de sus fronteras como naciones en guerra?], como cuestión tangencial al gran trabajo de su vida. Era Alphonse de Candolle, un taxónomo, un botánico herborista que viajaba poco pero tenía a su disposición grandes colecciones de París, que representaban todas las plantas conocidas del mundo. [...] Al señalar las especies, Candolle empezó a ser sutilmente consciente de la curiosa forma en que éstas estaban regimentalizadas en formaciones y comprendió que esto era algo que había que explicar. La respuesta obvia parecía ser algún aspecto de la climatología. La escasez de agua, un accidente geográfico, debían desde luego explicar las formaciones desérticas y, tal vez, los prados, pero para entender el resto era necesario algo más.
Candolle pensó que la respuesta debía residir en ese otro parámetro climatológico tan sencillo de medir: la temperatura. Llegó incluso a afirmar que debía de haber cambios críticos en el régimen calórico en momentos determinados del año en las tierras fronterizas, que explicaran los cambios existentes entre una formación y la adyacente, e incluso hipotetizó las isotermas que debían hallarse siguiendo los límites de las formaciones. La vigilancia del clima mundial prácticamente no había comenzado en los años 1850, dándole a Candolle pocas posibilidades de trazar mapas realistas de la temperatura. [...]
Los escritos de Candolle acerca del tema estimularon los pensamientos de los pioneros de la meteorología, que estaban, justamente entonces, emprendiendo la labor de vigilancia del clima del mundo. Al igual que en las demás ciencias, una de las primeras tareas consistió en clasificar los fenómenos de su disciplina, y clasificar el clima debe implicar, sin duda, plasmarlos sobre mapas. Pero, ¿cómo refleja uno el clima sobre un mapa? -sin tener estaciones en cada país, sin satélites en órbita, cuando los frentes climáticos parecen estar en constante estado de flujo. La respuesta elegida por los meteorólogos fue aceptar la conclusión de Candolle de que era el clima lo que determinaba las fronteras de las naciones de plantas. Hicieron mapas de éstas y los llamaron "clima".
El más notable de los climatólogos de ese tiempo fue Vladimir Köppen, de Viena, que no sólo reconoció las conclusiones de Candolle y utilizó sus mapas, sino que también estuvo de acuerdo en que los cinco tipos básicos de formaciones reconocidas por los botánicos debían representar cinco clases principales de clima. El húmedo bosque tropical, los desiertos calurosos, el bosque templado de hoja caduca, el bosque boreal de abetos, y la tundra se convirtieron en los tipos climáticos A, B, C, D y E. Todas las formaciones menores, como las arbustivas del maquis y el chaparral, representaban subdivisiones de uno de los tipos climáticos básicos. Todos los mapas climáticos, incluso los utilizados hoy en día, reflejan estas decisiones originales de Vladimir Köppen y sus colegas.
Cualquier atlas contemporáneo contendrá junto al mapa de la vegetación del mundo, un mapa de clima mundial. Y allí estarán las sombras de Candolle y Vladimir Köppen trazadas sobre las páginas con grabados en color. El bosque de lluvia, la tundra y las regiones ocupadas por coníferas estarán en uno de los mapas; los climas A, B, C, D y E en el otro. Ambos encajarán entre sí porque son el mismo mapa.
Al volver la página, tendremos de nuevo ante los ojos el mismo mapa, pero ahora recibe el nombre de mapa de suelos. [...]
Los meteorólogos y los edafólogos han salido bien librados de su enorme engaño cartográfico durante tanto tiempo porque sus mapas funcionan.
No es ningún engaño. Y si lo fuera, entonces también lo sería:
y = a + b1x1 + b2x2 + ... + bnxn.
Torito! ¿Cómo se detecta que algo es "nuevo", sin conocer lo que ya es "viejo" para la ciencia?
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del libro que actualmente leo:
Colinvaux, Paul. 1983. Por qué son escasas las fieras. Muy Interesante. Biblioteca de Divulgación Científica, número 29. 185 pp.
[entrada publicada originalmente el 06-12-2007 10:35 en Yahoo! 360]
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