martes, 13 de noviembre de 2007

Revelación 20c

Historia de la Ciencia.

Murray Gell-Man, Premio Nobel de Física, describe (pp 92-93) como se aclaró en su mente que la motivación del científico no es impresionar, sino generar conocimiento:

El papel de la teoría en la ciencia debería ser obvio , aunque en mi propio caso, pese a haber dedicado toda mi carrera profesional a la física teórica, me llevó mucho tiempo apreciarlo. Fue al ingresar al MIT para graduarme cuando finalmente se me reveló cómo es en verdad la física teórica.

Cuando estaba en Yale siempre conseguía altas calificaciones en los cursos de ciencias y matemáticas sin entender por completo lo que estaba aprendiendo. A veces me parecía que sólo estaba allí para regurgitar en los exámenes la información con que me habían cebado en clase. Todo cambió tras acudir a una de las sesiones de los seminarios de física teórica que organizaba la Universidad de Harvard y el MIT. Pensaba que el seminario sería una especie de clase magistral; pero de hecho no fue una clase en lo absoluto, sino un debate serio sobre temas de física teórica, en particular de la física de los núcleos atómicos y partículas elementales. Asistieron profesores, investigadores y estudiantes graduados de ambas instituciones: un físico teórico pronunciaría una breve conferencia y después habría un debate general sobre el tema presentado. En aquel entonces yo era incapaz de apreciar en su justa medida tal actividad científica, pues mi modo de pensar se circunscribía a asistir a clase, aprobar exámenes y tener contento al profesor.

El conferenciante era un estudiante graduado de Harvard que acababa de presentar su tesis doctoral sobre el carácter del estado fundamental del boro 10 (B 10 ), un núcleo atómico compuesto de cinco protones y cinco neutrones. Mediante un método aproximado que parecía prometedor, pero cuya validez aún no estaba garantizada, había hallado que el estado fundamental debía poseer un momento angular de -espin- de una unidad cuántica, como se esperaba que fuese. Cuando terminó de hablar, me pregunté que impresión habrían causado sus cálculos a los eminentes físicos teóricos de la primera fila. Sin embargo el primero en tomar la palabra no fue ningún teórico, sino un hombrecillo con barba de tres días que parecía haber salido arrastrándose de los sótanos del MIT. Dijo: -Oye, el espin ese no es uno. Es tres. ¡Lo acaban de medir!-. De repente comprendí que la misión del físico teórico no es impresionar a los profesores que se sientan en primera fila, sino explicar los resultados de las observaciones [...].

Me avergoncé de mí mismo por no haber sido capaz de descubrir antes como funcionaba la empresa científica.

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del libro que actualmente leo:
Gell-Mann, Murray. 2003. El quark y el jaguar. Aventuras en lo simple y lo complejo. Colección Metatemas. 4ª. Edición. Tusquets Editores. 413 pp.

[entrada publicada originalmente el 13-11-2007 08:25 en Yahoo! 360]

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