domingo, 6 de noviembre de 2011

Alargué la mano para tocarla

Hace muchos años, caminaba por la sierra de Santiago, Nuevo León, cuando observé un animal que ni remotamente en sueños esperaba que existiera por esos lugares. Al parecer son comunes, porque por ahí siguen medrando, como lo constatamos en posteriores ocasiones. Ese día de mi asombro, "casi" sucedió lo siguiente...

En la fresca agua dulce del río, aquel animalito nadaba a favor de la corriente, sin saber que lentamente se acercaba a un gigantesco tentáculo, unas treinta veces mayor que el. No tenía nada que hacer al respecto, ya que no poseía ninguna manera para detectarlo y mucho menos a tiempo. Hasta que el destino hizo lo inevitable y rozó levemente aquella estructura. En ese instante, todo cambió al verse acribillado cientos de veces a profundidad en su cuerpo, cada uno como estilete y gancho de inyección tóxica, que simplemente lo inmovilizó, sin ninguna posibilidad de liberarse.

Aquél monstruoso tentáculo empezó a moverse a partir de las contracciones provenientes de su piel y condujo a su presa hacia un lugar cercano a su base, donde las sustancias que emanaban de las heridas del animal acribillado, hicieron que una boca inexistente empezara a formarse y abrirse. Cuando el tamaño fue el adecuado, la presa fue tragada con vida al interior, el tentáculo regresó a su posición inicial y la boca empezó a cerrarse hasta desaparecer, dejando a aquel desdichado ser totalmente aislado y a merced de lo que estaba por venir.

De las paredes del interior de la bestia, emanaba mucosidad y sustancias que formaron un caldo digestivo, para convertir aquél recuerdo de vida en minúsculos fragmentos, que fueron absorbidos como alimento. Algunos trozos inútiles, con ayuda de aquel moco, simplemente fueron liberados al exterior a través de una nueva boca, que se formó en la misma posición que la anterior y entonces para asombro, terminó, la bestia se ha alimentado
.

Alargue la mano para tocar a la bestia, pero me ignoró.

No he inventado nada, la vivencia existió. Excepto observar la captura y la alimentación, la que he dramatizado a partir de Ruppert y Barnes (1996: 113-114). Hablo de hidras de agua dulce y algún minúsculo y desdichado crustáceo.

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del libro que actualmente leo:
Ruppert, Edward E. y Robert D. Barnes. 1996. Zoología de los invertebrados. McGraw-Hill Interamericana. 1114 pp.

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